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martes, 4 de diciembre de 2007

Olores...¿qué a mí me traéis?


Hoy, caminando por Sevilla, con el frío característico del invierno y las hojas amarillentas de los árboles revoloteando mecidas por el viento, me vino un olor muy particular. De repente, me vi catapultado a ocho o nueve años atrás paseando por las calles de mi ciudad junto con mi madre y acercándonos a uno de esos puestos de castañas asadas, me vi pelándolas con los dientes con fuerza, mi madre sonriendo, y yo fascinado mirando las luces doradas que colgaban de todas las esquinas por las que pasábamos.

Me vi disfrutando como un enano del maravilloso e inolvidable Cortilandia con mi hermana pequeña de la mano, aquella cancioncilla tan pegadiza para los niños (Cortilandia, Cortilandia, vamos todos a cantar Cortilandia, Cortilandia).
Es muy curioso como un simple olor puede teletransportarte hacia un mundo tan lejano y que se hallaba en un recóndito lugar de tu memoria. Basta un aroma para que recuerdes con todo lujo de detalles algo que parecía haber desaparecido de tu vida, algo que seguramente estaba escondido en un pequeño cajón repleto de polvo por el paso de los años.
Y es que a cada momento de nuestras vidas corresponde un olor, puede que no todos los acontecimientos que vivimos puedan después sobrevenir a nuestras mentes con los olores pero sí aquellos que quedaron marcados por algún hecho en concreto. Así, ¿quién no ha olido una sopa y le ha recordado a la que hacía su abuela, quién no ha olido el olor a mojado de la lluvia sobre el asfalto y de repente ha dicho aquello de "huele a verano"? En cada persona ocurre de un modo distinto y son muy distintos los olores que pueden despertar en nuestros subconscientes esa luz que ilumina el archivo exacto del archivador de nuestra memoria. Sin ir más lejos, hace días buscando el gel de baño en el armario de los cosméticos en mi casa, hallé un bote de gel verde y lo abrí y olí. De nuevo me catapulté a mi viaje hace ya varios años a Montpellier (una ciudad universitaria del sur de Francia), y todo ello ocurrió pues ese gel fue con el que me duchaba en aquella ciudad. Es muy curioso el modo en que actúa nuestro cerebro, y como todo el mundo sabe, se trata de una tierra inexplorada prácticamente de la que se sabe muy poco acerca de su funcionamiento.

Además, ya no son sólo olores los que quedan ligados a nuestras vivencias, son muchas cosas las que nos pueden hacer recordar momentos y que queden así anclados en nuestro ser (una canción, un color, una persona, un gesto, un sentimiento, etc.). Y el simple hecho de volver a escuchar esa canción, ver ese color, encontrarse con esa persona, realizar ese gesto, experimentar ese sentimiento, etc., hace que revivamos esos acontecimientos a los que estaban vinculados. Se puede decir que son como "déjà-vus" de nuestra memoria.
Sería interesante que reflejárais aquí vuestros propios "déjà-vus" y dejar así constancia de cuán maravillosa es nuestra "materia gris".

2 comentarios:

Unknown dijo...

yo aun sigo buscando aquel azul metalizado electrico oscuro, que tenian los antiguos coches locos que venian al pueblo en feria... a veces no es solo que algo nos catapulte al pasado, tambien es iniar una busqueda en el futuro para llegar a un echo pasado, normalmente es cuando nos damos cuenta, de que nuestra memoria, recuerda las cosas como mejor le conviene... pero ese azul...

Anónimo dijo...

A mí tb me pasa lo mismo con el olor de las castañas: me transporta años atrás, cuando iba por el centro con mis padres y mi hermano pequeño, a ver belenes, luces de navidad y cortilandia... ¡Qué tiempos aquellos!